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viernes, 18 de octubre de 2013

Muerte de Elena de Montenegro


28 de noviembre de 1952
Recibo un duro golpe, la muerte de Elena de Montenegro.

La carta de los Saboya, sin su firma, fría y despiadada, llegó en las últimas horas del día. Las visiones no me habían dejado en paz desde finales de octubre donde sus letras llegaban descoloridas y sin fuerza.

No era mi Elena, la audaz y apasionada mujer que jamás quiso ser inmortal. No valieron mis súplicas ni acercamientos en aquellos veranos exuberantes junto al Adriático nocturno donde se deslizaba desnuda y en penumbra. Un amor desbordado entre los estuarios y las bahías.

Sabía que su destino como hija de Nicolás I, estaba ligado a la política y al casamiento con el pequeño (1'53m. de estatura) Vittorio Emanuele II, rey de Italia, que terminó siendo dominado por Mussolini. Elena se dedicó junto a él a la Cruz Roja, donde fue primera inspectora del Cuerpo de Damas Enfermeras.

Poco le duró el reinado, cuando en el 46 Victor Manual abdica. Después del referéndum que se proclama la república, van al exilio donde él muere en Alejandría 6 años antes que Elena.

Cada año nos reencontrábamos en la arena balcánica, escondidos de los conflictos y las guerras, del fascimo. Sin embargo nada podía convencerla de su mortalidad y regresaba a las mismas escenas sórdidas y acomodadas.

Hoy 28 de noviembre, pienso en Montpellier, en una lápida y en la pasión perdida.

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