Acceder

lunes, 21 de octubre de 2013

1797 Con Casanova y Madame Pompadour

Esta imagen nunca he podido separarla de la tela de araña que fuimos tejiendo con Giacomo desde las primeras aventuras. El libro abierto, precisamente en la página que más quería y aborrecía al mismo tiempo.

Es de aquella noche de diciembre de 1797, él ya bastante ajado triste, sentado con sus memorias y mostrándome el pasaje que tanto le apasionaba del camino que hicimos a Amberes. Los dos tan jóvenes atrapados en cada posada con las mujeres más bellas que íbamos dejando atrás.

Ese “atrás”, el ir dejando, se convirtió en lo más marcado cuando las arrugas no le dejaban dormir.

Nos veíamos poco, mi imagen le iba produciendo cada vez más daño. Al principio, se gustaba y necesitaba sentir todo lo humano; la belleza, la inteligencia, la delicadeza y la intrepidez lo tenían cautivo de él. Le bastaba con los aprendizajes de magia y cábala y el dominio que creía poseer.

Era Casanova, de origen comediante y callejero con sustancia noble. Tuvimos varios encuentros después de habernos conocido en la posada de Faustus.

Ahí comenzó una batalla de celos, al conocer ambos a la huésped más bella que permanecía en el anonimato, Jeanne-Antoinette.

Casanova se hallaba radiante junto al fuego, con la sonrisa característica y las manos quietas capaz de sumir en la pasión a una damisela.
Empezó con su clásico relato del poder de la cábala; en ese momento Jeanne-Antoinette, fijó su mirada en la mía que se fue hacia el índigo y permaneció detenida en ellos. Lectora audaz del infinito que yo temía estar transmitiendo. Mientras Giacomo seguía locuaz, mis nervios se tensaron; esa mujer me estaba sonsacando lo que más le interesaba. Su sangre fluía decisiva y el olor se iba introduciendo por los nervios afinados.

De pronto Casanova enmudeció, me rastreó con recelo. Su cábala acababa de decirle que esa mujer inquieta de boca pequeña y sonrosada, estaba en el punto de mira de Luis XV y sus debilidades.

Tenía que ser suya antes y me estaba anteponiendo a una elección más tentadora.

Bajo el pretexto del cansancio y el sueño me aparté para siempre del ruego inconsciente de Madame y del desdén ya imborrable de Casanova.

Meses más tarde Luis XV nombraba a esa muñeca marquesa de Pompadour. Casanova, muy cerca de ambos, nunca me mencionó nada íntimo con ella y no estoy seguro si Jeanne-Antoinette pudo caer al fin bajo su encantamiento o le quedó la señal de aquella noche en que pudo ser algo más que marquesa sin tener que abandonar la vida tan joven por la tuberculosis.

4 comentarios:

  1. Guau !!!!!................me encanta el titulo “Diario de un vampiro exiliado” acabo de caer rendida …sabes has hecho que me traslade al pasado, un breve encuentro con una gran historia, “si mi marido ha de tener una amante, prefiero que sea ella”, “en verdad digo que la Marquesa ha elegido un mal día para marcharse…”

    Un beso nocturno.

    ResponderEliminar
  2. :))) Sabes Hada, cre que es una experiencia única poder pegar saltos en la historia con un personaje inmortal y capaz de ofrecer la misma.

    Otro besos nocturno, HADA hermosa en el camino junto a un vampiro con todos los destinos.

    ResponderEliminar
  3. Es fascinante poder involucrarte en la historia y hacerla tuya......es casualidad o destino que yo me encuentre escribiendo................¿No sé?.

    ResponderEliminar